EL MANIFIESTO CONTRALITERARIO
dimanche, 30 avril 2006
Así, más que el relato de la desaparición de la literatura, el relato contraliterario es el lugar de esta desaparición, su centro de gravedad, el epicentro trascendental del arrebato del relato por el relato mismo.
La obra contraliteraria fue siempre la búsqueda inconclusa de su propia fuente, que aparecía a la medida que la literatura desaparecía.
Es una resistencia al pensamiento lineal, una cierta idea de la escritura. Para la contraliteratura, la novela es une esfera.
Partir, lanzarse en aventura, dar vida a las palabras ; ser, recordar algo que no ha todavía advenido ; escribir, recordar de lo que debe necesariamente sobrevenir – porque la escritura es conversión, inversión, retorno : transmutación de la linealidad en esfericidad.
La contraliteratura proviene de ese deseo de escribir anterior al deseo. Es una gnosis lírica, por decir todo – porque no hay que decir todo.
Cada lengua posee el perfum particular de esa nostalgia en la que se origina la escritura – Hölderlin, en alemán tan puro que llega a ser para siempre irrespirable ; y el aroma tan provenzal del italiano de Dante, el inglés fogosa de William Butler Yeats, el castellano vertical de Juan de la Cruz…
Todas esas palabras, que provienen de la efusión nostálgica del espíritu, son los anclajes invisibles de las escrituras contraliterarias, y sus oriflamas no se dejan leer sino en cierto reposo del espíritu.
Porque la contraliteratura es la reacción del lenguaje contra la entropía literaria, una resistencia interior de las palabras para preservar la lengua, impedir que ella transgreda los límites nihilistas más allá de los cuales el recuerdo del ser se pierde.
La reacción contraliteraria avanza por atajos, oblicuidades últimas de retorno a la vida – retornos perdidos, desvíos últimos, iniciáticos, hacia el único sendero amoroso, deliciosamene enrojecido, del viviente semiológico.
Porque la contraliteratura anuncia el advenimiento ultimo de lo que Nietzsche llamaba la “gran historia”, es decir la irrupción de la eternidad en la historia, el tiempo de la “hiero-historia”, – según el bello neologismo de Henry Corbin.
Frente a la literatura alienada del olvido ontológico, la contraliteratura permanence como última libertad de la escritura.
Resulta ella de la interracción paciente, a lo largo de las edades, de lo biográfico y de lo ficticio : es la dialogación de la vida – la alquimia del verbo, la simple teurgia.
En Francia, Gérard de Nerval fue una de las grandes resurgencias de la contraliteratura fundada sobre la asunción absoluta de la lengua francesa.
Toda asunción absoluta de una lengua humana provoca inmediatamente el descenso paraclético del Verbo, surgiendo del corazón mismo de esta lengua.
La escritura no puede ser sino literatura o contraliteratura, y esta elección originaria le confiere su sentido apocalíptico. La contraliteratura del fin será la celebración del fin de la escritura, el último combate del ser y de la nada.
La función de las palabras es femenina, ambivalente – las palabras son símbolos ; y la cadena de los significantes puede tanto alienar al hombre como liberarlo. Hay una lógica fantasmal de la lengua que se refleja tanto en las tinieblas automáticas de la inconsciencia como en la luz espiritual de la supraconsciencia.
Las palabras tienen su dinámica propia, desarrollándose y extendiéndose en virtud de la energía que les es inherente. Frente a esta trascendencia de la lengua, el heroísmo de la escritura consiste en descubrir el lugar mismo de la apprehensión de la lengua – que es aquél, único y virginal, donde se deja capturar el unicornio legendario.
Porque, entre lo intelligible y lo sensible, es decir entre el Dios oculto del mundo y el mundo del hombre, reside la realidad utópica de la escritura, la dimensión sagrada de lo inter-dicto, la corporeidad del espíritu que es esta morada de la presencia divina en nuestro mundo : la “Sophia” de la gnosis cristiana, la “Shekhina” de los cabalistas hebraicos, la “Fitra” del Islam interior.
Este lugar de la mediación, en los márgenes del silencio, es el de las revelaciones y de las transfiguraciones, el espacio vació donde adviene la escritura eternamente femenina cuyo acto arquetípico es la rememoración del cuerpo de Osiris por Isis. Aquí el escritor ve por la mirada del alma del mundo.
En la literatura, el centro de la persona del escritor es relegado en la inconsciencia – el procedimiento surrealista de la escritura automática habrá sido la fase última de la nihilificación literaria. Al contrario, por la contraliteratura, el escritor es proyectado en una supraconsciencia escritural, traductora de lo invisible en lo visible.
Esta mediumnidad contraliteraria es una mística del hombre verdadero. El estilo es lo impensado de la literatura. Es une capacidad espiritual dada al escritor : el carisma de su propia soledad.
Pero entonces, ¿ qué soledad para el lector y qué estilo de escritura ? Y esta cuestión fascinante : ¿ cómo dos soledades podrían encontrarse, amarse ?
La literatura se ha nihilificado en su negación del estilo, mientras que la contraliteratura permanecía siempre en el intersticio de las soledades, en ese lugar del amor donde se eterniza el deseo de los amantes – porque la intimidad no puede nacer sino en la distancia.
El principio de la contraliteratura deseosa no es el gozo : el estilo es para ella un fin en sí, la puerta del reino. La certidumbre del estilo rinde vanas las vacilaciones románticas entre la prosa y la poesía que salpican el discurso de la crítica literaria.
Sin embargo es a una lectura anagramática que llama el texto contraliterario ; lectura inaudita, que provoca la insurrección de las palabras nuevas de la tribu. Sólo ese lector celoso sabrá leer la escritura herética, fuera de linéa, esa lengua abandonada, desprendida del corazón del Verbo, ese contra-canto trovadoresco.
Tanto como insurreccional, la contraliteratura sera pues resurreccional, haciendo obra de vida de lo que, por la literatura, no es más que letra muerta.
Lo que entra en el campo literario, la alteridad contraliteraria, no será nunca la lengua del amo y del esclavo.
Ella es la escritura de la resurrección de la parte rechazada, alienada y casi abolida de nuestro ser : una última elegancia de ser, una cierta belleza que permanence.
Texto traducido del francés ( Alain Santacreu, Le Manifeste contrelittéraire, 1999 )
por Sergio Fritz Roa
Persistir. He aquí un verbo con fuego propio. Un llamado a remecer la conciencia y a extenderla en el tiempo.
¡Persistir! Aquél es el Verbo que ha de unirse para siempre al joven mártir Héctor Barreto (1917-1936), como a todo auténtico poeta.
Hijo de un tiempo violento, de trincheras urbanas, de miradas asesinas, Barreto es símbolo venerado para todo amante de la sabia letra, del armónico pensar. Ello más allá de las diferencias políticas como de toda frontera de ilusión. Pues en el fondo, el hombre siempre es hombre, con sus miserias y riquezas; y no nos es dado negar el valor allí donde lo hay.
Muerto a los diecinueve años, su vida humana se interrumpió para trascender. Para perseverar.
Cuando la bala llegó al corazón de Barreto, un ángel recibió su cuerpo de acero. O quizá una de las musas griegas, pues la mirada y espíritu de este hombre nunca estuvieron lejos de la mítica Hélade. Amante de las artes (literatura, historia y escultura), su admiración por la Grecia, en cierta forma madre del Logos y del Myto, era inevitable.
En el tiempo que va desde su muerte algunos heraldos han querido mantener su rostro para rescatarlo del silencio homicida que tapia con férreos clavos la vida del escritor, siempre precario, siempre ajeno a sus hermanos de siglo.
Hoy, gracias a ellos persiste el Nombre en cofradías extrañas, constituidas por bebedores de hidromiel, tejedores de sueños ancianos.
¿Qué debemos recordar de Barreto además de su muerte incendiaria? Su prosa, sin duda. Pues no sólo escribió con episodios su breve existencia, sino también en el papel, para transmitirnos el canto de su alma.
Hemos leído su memorable "La Perfecta Belleza", escrito hacia 1934 y no hemos podido dejar de extrañarnos alegremente por la coincidencia de espíritu y estilo con Arthur Machen, Clark Ashton Smith y Lord Dunsany, autores no traducidos a dicha fecha a nuestra lengua y del todo inaccesibles en el Santiago de 1930. Prosa fantástica, sensual y delicada. Única en nuestra Patria. Sólo los paisajes oníricos de "La Flor Inexistente" o "Las visitas de la reina de Saba" de Serrano pueden tener esquiva semejanza.
"Jasón", otro relato, que precisamente muestra la devoción del autor por la vieja Grecia, sin duda será apreciado por los lectores. Jasón, el viajero que persigue el Vellocino de Oro, no es otro que Barreto tras la Poesía, escalera que como el frontispicio del Mutus Liber comunica lo humano con lo celestial.
La edición de "Historias ociosas. Cuentos y relatos de Héctor Barreto" (Editorial Puerto de Palos, Santiago de Chile, 2004), a cargo de Rafael Videla, constituye una buena guía, un muestrario fiel al corazón sincero de Barreto. No obstante la sencillez y la existencia de algunos errores en su confección, este libro es una buena puerta y un aporte al redescubrimiento de un prosista que, no obstante no haber llegado a la perfección de su arte (debido a las contingencias que cegaron sus ojos terrenales), ha sabido persistir en cofradías solares aun en tiempos del Lobo.
par Sergio Fritz Roa
Persister. C’est là un verbe au feu singulier. Appelé à transformer la conscience, à l'étendre dans le temps. Persister ! C’est le Verbe qui, pour toujours, doit s’unir au jeune martyr Héctor Barreto (1917-1936), comme à tout poète authentique.
Fils d'un temps violent, de tranchées urbaines et de regards assassins, Barreto est un symbole vénéré pour tout amant de l’ écriture sacrée et de l’harmonieuse pensée. Au-delà des différences politiques comme de toute frontière illusoire. Car, dans son tréfonds, l'homme est homme, avec ses misères et ses richesses ; et l’on ne peut nier la valeur où elle est. Mort à dix-neuf ans, sa vie humaine s’est interrompue pour se transcender. Pour persévérer.
Quand la balle a touché le coeur de Barreto, un ange a reçu son corps d'acier. Ou, peut-être, fut-ce une muse grecque puisque le regard et l'esprit de cet homme ne s’éloignèrent jamais trop de la mythique Hellade. Amant des arts (littérature, histoire et sculpture), il était fatal qu’il admirât la Grèce, mère du Mythe et du Logos.
Depuis sa mort, quelques hérauts ont maintenu sa tête soulevée pour l’extraire du silence assassin qui a cloué la vie de l'écrivain, si fragile, si étranger à ses frères du siècle. Aujourd'hui, grâce à eux, son Nom persiste dans des confréries étranges de buveurs d’ hydromel et de tisseurs de vieux rêves.
Que faut-il retenir d’Hector Barreto, outre sa mort incendiaire? Sa prose, sans aucun doute. Non seulement les récits qui retranscrivent sa brève existence, mais aussi son personnage qui nous transmet la chanson de son âme.
Après avoir lu l’inoubliable La perfecta belleza (La parfaite beauté), ouvrage écrit vers 1934, on ne cesse de s’émerveiller devant la connivence de son inspiration et de son style avec Arthur Machen, Clark Ashton Smith et Lord Dunsany, auteurs pourtant encore non traduits à cette époque en notre langue et tous inaccessibles dans le Santiago de 1930. Prose fantastique, sensuelle et sensible. Unique dans notre culture. Seuls les paysages oniriques de La flor inexistente ou Las visitas de la reina de Saba de Miguel Serrano peuvent souvenir la comparaison.
"Jasón", autre récit, qui montre précisément la dévotion de l'auteur pour la Grèce antique, sera certainement apprécié de nombreux lecteurs. Jasón, le voyageur qui poursuit la Toison d’or, c’est Barreto en quête de la Poésie, l’échelle qui, comme dans le frontispice du Mutus Liber, permet à l’humain de se relier au célestiel.
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